IDEOLOGÍA
Y CURRÍCULO
Eddy Romero Meza
Michael W. Apple es un educador y sociólogo
estadounidense, además de investigador en la Universidad de Wisconsin. Sus
trabajos han gran tenido una gran influencia en la Pedagogía Crítica, sobre todo sus estudios
sobre ideología y currículo, así como el desarrollo de escuelas democráticas.
Se
trata de un investigador muy crítico con la educación conservadora-neoliberal y
sus principios. Sus trabajos partirían de interrogantes como: ¿de quién es el conocimiento que se enseña y
de quién no? ¿Quién se beneficia de la educación y quién no? ¿Qué podemos hacer
para que la escuela sea más crítica y más democrática?
En su conocido libro Ideología y currículo (1979), analiza
(en la línea de Pierre Bourdieu) cómo las escuelas reproducen estructuras
ideológicas y formas de control social-cultural de las clases dominantes en la
sociedad.
Dentro del texto, el autor afirma que la
escuela no es de ninguna manera una institución neutral, ya que los educadores se
encuentran implicados en un acto político, sean o no conscientes de ello. Los maestros
no podrían separar su actividad educativa de las formas de conciencia que
dominan la economía.
Michael Apple, emplea un marco de
referencia neomarxista en su análisis. Encuentra vinculaciones entre educación
y estructura económica, conocimiento y poder. Se propone buscar y “explicar los
reflejos manifiestos o latentes, o codificados de los modos de producción
material, valores ideológicos, relaciones de clase y estructuras del poder
social –tanto político, económico, como sexual y racial- sobre el estado de
conciencia de la gente en una situación histórica o socio-económica precisa”
(pág. 12).
Se plantea describir los modos concretos por medio de los cuales
los acuerdos estructurales predominantes (y alienantes), - es decir, los modos
básicos en que se organizan y controlan las instituciones, las gentes, los
modos de producción, distribución y consumo- dominan la vida cultural. Esto
incluye prácticas cotidianas, como las escuelas, la enseñanza y los currículos
que encuentran en ellas (pág. 12).
Explora las relaciones entre el conocimiento abierto y encubierto que se
enseña en la escuela, así como los principios de selección y organización de
ese conocimiento. Además de los criterios y modos de evaluación utilizados para
“medir el éxito” de la enseñanza. Se afirma que la estructuración del
conocimiento en las escuelas, está íntimamente relacionada con el control
social y cultural de una sociedad. El autor nos señala que los tipos de
símbolos y recursos culturales que las
escuelas seleccionan y organizan están dialécticamente
relacionados con los tipos de conciencia normativa y conceptual “requeridos”
por una sociedad estratificada.
Su tesis gira alrededor de los mecanismos
de dominación a través de la vida cotidiana escolar. Michael Apple, reflexiona
sobre como las contradicciones y tensiones sociales, económicas y políticas son
“mediadas” por las practicas concretas de los educadores. Pone énfasis en la
orientación cultural e ideológica. Un énfasis en las mediaciones culturales e ideológicas que existen en las condiciones
materiales de una sociedad desigual y la formación de conciencia de los individuos
en esa sociedad.
En la escuela, más allá de los
económico, también existe una propiedad simbólica (capital cultural). De ahí la
necesidad de entender las instituciones como entes de conservación y
distribución de cultura. Las escuelas crean y recrean formas de conciencia que permitirían
el mantenimiento del control social sin que los grupos dominantes tengan que
incurrir a métodos manifiestos de
dominación. El texto como señala Apple, busca centrarse en un mayor
entendimiento de esta recreación.
En el análisis incluirá referencias al crítico
social y cultural, Raymond Williams. Quien analiza la forma y contenido de la
cultura y el crecimiento de las prácticas e instituciones económicas que a
todos nos rodean.
Apple propone articular tres aspectos:
a)
La
escuela como institución
b)
Las
formas del conocimiento
c)
El
propio educador.
Según el autor, cada uno debe situarse dentro del nexo de relaciones
más amplio del cual es una parte constituyente. En ese sentido la palabra clave
es situado.
Poner
el conocimiento que enseñamos, las relaciones sociales que dominan el aula, la
escuela como mecanismo de distribución y conservación económica-cultural, y
nosotros (docentes) que trabajamos en esas instituciones, en el contexto en que
todos residen (pág. 14). Interpretarlos en sus respectivos espacios
o lugares dentro de una sociedad
compleja, estratificada y desigual. Para ello es necesario buscar con
sutileza esas relaciones y no caer en determinismos. Evitar relaciones
automáticas o razonamientos excesivamente mecanicistas. Explorar esa relación
dialéctica entre economía y cultura.
La idea de una manipulación consciente
de la enseñanza por parte de un grupo pequeño de personas que tienen poder, es
simplista, el asunto es más complejo que ello.
Michael Apple, enfatiza tres elementos
para comprender la realidad educativa en su contexto social mayor: Ideología,
hegemonía y tradición selectiva.
Para explorar las formas de los currículo y su contenido ideológico latente, es necesario partir de preguntas esenciales
como: ¿De quién es el conocimiento?
¿Quién lo selecciono? ¿Por qué se organizó y selecciono de este modo?, y vincular
ello con las ideologías, poder social y económico: el conocimiento puesto a
disposición (y el no puesto a disposición).
La aproximación a las ciencias sociales
a través de un currículo “orientado al proceso”. Enseñamos la “investigación”
social como una serie de técnicas, métodos que permiten al estudiante investigarse
a sí mismo. Pero “No le permitimos al estudiante investigar por qué existe una forma particular de
colectividad social, cómo se mantiene
y quién beneficia de ello” (pág. 18).
Se crea un sentido de falso consenso en
la escuela. Los contenidos de materias como la historia, la economía,
evidenciarían ello.
Para Apple, las formas lógicas e
instrumentales del razonamiento y la acción reemplazan a los sistemas de acción
simbólica. El debate político, económico y educativo, es sustituido por
consideraciones sobre la eficacia y las habilidades técnicas. Se alimenta la
idea de instituciones neutrales, como la escuela, derivándose la idea de
profesores de instrumentación neutral.
Para el autor, los educadores suponemos
que nuestra actividad es neutral, que al
no adoptar una posición política estamos siendo objetivos. Sin embargo ello
es falso. Como señalan autores como Basil Bernstein y Pierre Bourdieu, las
escuelas pueden servir a los intereses de muchos individuos (educandos), pero
también son poderosos agentes de reproducción económica y cultural de las relaciones de clases de una sociedad
estratificada.
“Los valores económicos y sociales están
ya encerrados en el diseño de las instituciones en las que trabajamos, en el “corpus
formal del conocimientos escolar” que conservamos en nuestros currículos, en nuestros
modos de enseñanza y en nuestros principios, niveles y formas de evaluación”
(pág. 20).
Es muy extendida la creencia alrededor
de la ciencia como algo neutral, la investigación
curricular como una actividad científica neutral. Apple, denuncia la
conversión de la persona concreta en un individuo abstracto. No se sitúa al
individuo como un ser económico y social. Se define a los ciudadanos casi como
técnicos neutrales al servicio del progreso.
Michael Apple, describe muy bien su
intencionalidad en este trabajo: “Cualquier valoración seria del papel de la
educación en una sociedad compleja debe contar como parte importante de su
programa al menos tres elementos. Necesita situar al conocimiento, la escuela y
al propio educador dentro de las condiciones sociales reales que “determinan” a
esos elementos… ese acto situacional debe ser guiado por una visión de la
justicia económica y social. Por tanto, he mantenido que la posición del
educador no es neutral, ni en cuanto a las formas de capital cultural
distribuido y empleado por las escuelas, ni en cuanto a los resultados económicos
y culturales de la propia empresa de la enseñanza. Estas cuestiones se analizan
mejor por medio de los conceptos de hegemonía, ideología y tradición selectiva,
y sólo serán entendidas por medio de un análisis relacional” (pág. 25).
Una conclusión importante en el trabajo
de Apple, es que muchos docentes son incapaces de explorar la naturaleza del
orden social del que forman parte. Aunque el texto corresponde a 1979, esta
idea no ha perdido vigencia. Muchas veces la labor docente transcurre entre papeles
ministeriales, diseño de sesiones de aprendizaje y proyectos institucionales
específicos y de corto alcance.
La deficiente formación de las
facultades de educación, la limitada actualización docente y la ausencia de
corrientes de pedagogía crítica en el medio, influyen sobre el profesorado. En
tiempos de despolitización y desinstitucionalización el profesional de la
enseñanza se convierte en un técnico pedagógico. No es un secreto que la
tecnocracia ha tomado el poder desde hace un par de décadas en el país. Apple
acierta al señalar que las instituciones como la escuela no son neutrales, ya
que estas se inscriben en estructuras de poder económico dados, en este caso la
neoliberal.
Desde los años 90s el Perú adoptó por
presión del Banco Mundial una serie de reformas que involucraban la educación.
La adopción de un currículo por competencias, capaz de responder a las
demandas económicas, de productividad y eficiencia a nivel internacional fue
una de ellas. Si bien el currículo por competencias es técnicamente adecuado,
también es cierto que prioriza dimensiones que el sistema hegemónico exige: la
economía de mercado. No es de extrañar entonces como la cultura tributaria, la
cultura emprendedora y la formación empresarial, hoy ocupa un papel cada vez
más importante en este nuevo esquema curricular.
Palabras como ideología, hegemonía, alienación, lucha de clases, explotación,
entre otras, son omitidas del currículo no solo por consideraciones
científicas-técnicas, sino por cuestiones políticas. La democracia liberal
occidental y el sistema capitalista-neoliberal han desterrado los discursos de
resistencia de antaño. Los docentes temen emplear esas palabras por temor a ser
confundidos con adoctrinadores, revolucionarios o subversivos. En un contexto
nacional donde el magisterio peruano fue acusado de simpatizar con Sendero
Luminoso y el MRTA, volver a tiempos de represión, estimación y hasta cárcel,
limita entre los docentes cualquier ánimo discursivo cuestionador del sistema
vigente.
Si bien la lucha armada fue el camino de
numerosos docentes en los 80s, lo cual es rechazable. Ello no debe impedir hoy,
la necesidad de contar con docentes que a través de una vía democrática,
ejerzan su rol como agentes políticos de resistencia frente a una realidad
socio-económica llena de injusticias. De lo contrario, debemos conformarnos con
un magisterio conformado por individuos técnicos, eficientes en los procesos
ejecución del curriculum diseñado para ser funcional al sistema vigente.
Descolonizar el currículo es parte de
un proyecto mayor en ese sentido. Lograr un curriculum que visibilice realmente
ciertas personas, grupos, derechos, lugares y temáticas postergadas:
afrodescendientes, minorías sexuales, temas de género, derechos laborales,
resistencias al extractivismo, derechos indígenas, proyectos políticos
alternativos, etc. Desterrar la falsa idea de un currículo “aséptico”, como
muchos tecnócratas pretenden. El currículo que en sentido amplio involucra
todo el accionar educativo, no es neutral como refiere Apple, es entonces
necesario dotarlo contenido político alternativo y no sólo hegemónico.
Visibilizar problemas estructurales de
la sociedad es esencial. Problematizar la escuela como una institución que hace
política de un modo u otro. Considerar la ciencia y conocimiento como algo que
tampoco está libre de intereses y ubicar al docente más allá de una dimensión
técnica-reproductiva, es una tarea que nos deja Michael Apple.
Texto comentado en:
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